domingo, 13 de febrero de 2011

Plan diurno

Yo era un animal nocturno. Vegetaba en casa hasta que caía la noche y me lanzaba a las calles. Era. Porque ahora soy un animal diurno, ya no soporto a la gente que sale de noche, me ponen de los nervios la panda de descerebrados que pueblan los bares y clubes de Madrid. Me estoy haciendo viejo. Pero como mis amigos llevan el mismo camino, pues últimamente hacemos planes diurnos, que consisten en pasar todo el día juntos, comer, hacer algo cultural y, si no nos puede el cansancio, acabar rollo chill-out en casa de algún amigo.

Ayer tocaba plan diurno. Así que resumo lo que puede ser un plan diurno perfecto en Madrid un día de sol:

- Inicio de la ruta: barrio de Conde Duque, mi antiguo barrio. Mala elección: empezar en un bar llamado El cangrejero. A mí me encantó porque sonaba a Bob Esponja. Pero no era tan amable todo como en los dibujos favoritos de los niños (y de muchos adultos), sino que el dueño era un hombre arisco y antipático, y los precios eran todo menos populares. Precio de una ración de patatas (en realidad una bolsa cutre y pequeña de patatas fritas): 2 euros; de aceitunas, 3 euros. ¡¡Anda ya!!

- Continuar por La taberna de San Bernardo, en la calle del mismo nombre esquina con San Bernardino.En este bar, pides la comida y luego te llaman a voces, destrozándote los tímpanos. Lo gracioso es siempre hacer la puñeta a algún amigo poniendo su nombre o mote.

- Seguir la ruta gastronómica por los bares de tapas más cool de Malasaña, especialmente el Divina Gula, calle Fuencarral a la altura de la Glorieta de Bilbao. Tapas superelaboradas y complicadas por precios aceptables. Han perdido calidad, mi brocheta de solomillo al curry no fue lo que me esperaba.

- Visitar la Zarrien Haus de moda en Madrid, Tiger, donde puedes comprar cualquier zarrio inútil por una escasa cantidad de dinero. Me compré unos bolis muy monos, un exprimidor de limones rojo y una caja de bombones en forma de corazón para repartirlos entre mis amigos, a los que quiero mucho.

- Tomar el café en el café Ruiz, un clásico de Madrid, el típico café de mesas de marmol, tan castizas. Hay que procurar no quedar con amigos con dos niños pequeños, te pueden atragantar el café, amén de comerse tus barquillos y chocolatinas que lo acompañan.

- Dar esquinazo a los amigos con niños (no, no voy a ser padre definitivamente) y pasear por el barrio de Malasaña, para ver cómo se ha convertido en el barrio más trendy de Madrid, hasta pasar al Triball. Este es el barrio que ha nacido detrás de la Gran Vía, un barrio conflictivo, sórdido y hasta peligroso, que lo están reconvirtiendo en una especie de SoHo a la madrileña, pero que le queda mucho por llegar a ese nivel neoyorquino.

- En el Triball, asistir a un evento moderno, de esos que te cuelas porque tienes cara, organizado por una marca de ginebra de estas megacaras. Se trataba de un curso de seducción al estilo decimonónico, y te regalaban chorradas y te invitaban a tomar algo. A los chicos, nos dieron un ridículo curso de cómo seducir con un sombrero (gracias a Dios, el instructor pasó de mí); las chicas, cómo seducir con el abanico. Menuda ridiculez. Pero era gratis, estaba muy bien montado, todo era muy moderno y bebías gratis.

- Dejar en un sitio moderno la impronta del barrio del que vienes, San Blas. Tras un pequeño percance con una chaqueta de ante de una überpija (un ligero derrame de líquidos) y su sobrerreacción maleducada, unos amigos pasaron de la disculpa sincera y amable a sacar el barrio que tienen dentro (San Blas) y ponerlas en su sitio.

-Descansar, charlar y tomar algo en Nanai, en la calle Barco (Triball), local enorme que parece una casa, donde puedes pasar las horas de charleta con tus amigos, mientras escuchas buena música. Allí nos reunimos con los embarazados. Son tres parejas de amigos que han decidido ser padres. ¿Por qué? Vete a saber...

- Cenar en el Lunch Box (también en la calle Barco, más cerca de Gran Vía), un barrio de estética retro cincuenta y temática tiki (de Hawaii), donde venden unos bocadillos de diseño que quitan el sentido.

- Darte cuenta de que llevas muchas horas fuera de casa, estás viejuno y agotado y retirarse a tu mansión, a tumbarnos en el sofá y darnos una sobredosis de la segunda temporada de Glee, que es más ñoña aún si cabe que la primera, pero que me divierte muchísimo.

¿No es un buen plan para un sábado, al fin y al cabo? Vale, me faltó algo, ir a la Fnac y comprar algo, pero bueno, eso ya lo he podido hacer hoy...

6 comentarios:

  1. ¡Madre mía! Ya me gustaría a mi pasar todo el sábado con mis amigos de un sitio a otro...
    Se nota que te diviertes, nosotros lo máximo que hacemos es ir de compras a Sol, o a casa de algún amigo a pasar la tarde, ¡y pocos planes más se nos ocurren!
    Seguiremos tu ejemplo profe:) Conocer sitios nuevos siempre es un buen plan jajaja

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  2. Si si profe, pienso lo de Gloria.Seguiremos tu ejemplo porque madre mía, un día nos tienes que enseñar. :)

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  3. Ojalá tuviese dinero para comer todo lo que comiste el sábado tu....:O
    porcierto,mañana haznos una representación de la pelea con las pijinas!

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  4. Boing boing... PROFE YA TIENES TU ANSIADA ENTRADA (;

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  5. Jaja no sé como pueden tus amigos comer tanto

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  6. No, no, si en realidad comimos poquísimos. Que visitáramos varios sitios no significa que estuviésemos todo el tiempo comiendo. Además, esto duró desde las 12.30 de la mañana hasta las 11.30 de la noche. Es decir, que comimos y cenamos, como cualquier persona normal y corriente.

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