lunes, 27 de septiembre de 2010

Viaja con Juanan: Malta

Como andáis tan flojos en Geografía y yo soy un hombre de mundo, he decidido echaros una mano, haciendo de vez en cuando pequeñas guías de viaje para que os dé por viajar en algún momento de vuestras vidas. Así, comienza una nueva sección en este blog: "Viaja con Juanan". Hoy, dedicado a Malta, donde pasé parte de mis vacaciones antes de incorporarme al JDV.

Malta es un país pequeño, más bien chichinabesco, con una distancia máxima de punta a punta de 25 km. Su capital es La Valleta y es lo más destacable del país, porque es de una belleza tremenda, pero es minúscula. Ávila, a su lado, parece Nueva York. Pertenece a la Unión Europea y tienen hasta el euro, que no lo entiendo muy bien como éstos tienen el euro, pero bueno, a mí me vino fenomenal para no tener que hacer cambios de dinero.

En Malta se habla maltés, que es una lengua raruna de origen semítico (como el árabe) pero mezclado con italiano, que suena extraña, como si fuera una lengua del Este de Europa. Además, hablan inglés, pero un inglés macarrónico, de acento muy marcado, vamos, como el de los de San Blas pero utilizándolo correctamente, y es que fueron colonia británica y de ahí que hasta las más viejunas del lugar hablen un perfecto inglés, con un acento terrible eso sí.

La primera impresión que te llevas de los malteses es que parecen rumanos, especialmente ellos, aunque no te quites de encima a ellas, que son de lo más chungas. Son cetrinos, oscuros, mediterráneos y con una querencia exagerada por las camisetas de licra y los piratas vaqueros, uniforme rumano por antonomasia, y ellas son muy adictas a los arotes grandes de oro. Su aspecto chungo, su dificultad clara para sonreir, su tosquedad en el habla y su brusquedad general me hizo pensar que me había equivocado de avión y había aterrizado en el Mar Negro, pero no. Era Malta. Y aunque puedan parecer un tanto agresivos, el país no puede ser más tranquilo, pacífico y seguro. No te roba nadie, puedes dejar el coche abierto que nadie lo tocará. Hasta las casas las dejan con las puertas hasta atrás.

Al ser una isla tan pequeña, la gente se mueve principalmente en coche, por lo que el transporte público es bastante deficiente. Se basa principalmente en unos autobuses bastante curiosos, puesto que el último fue comprado en 1964. No tienen aire acondicionado, a pesar del espantoso calor que allí hace en verano, pero el conductor tiene a bien dejar abierta la puerta para que corra el airecito, con el peligro de caerte en una curva si estás al lado de ella. Siempre van llenísimos de gente, especialmente turistas totalmente despistados, pero el conductor vocifera y te dice "inside, inside", para que nos apretemos bien y entre más gente, con lo que la tortura del calor es ya infinita.

Hace tanto calor que los conductores van siempre con una bayeta amarilla o una toallita mojada puesta en la cabeza a modo de sombrero, lo que les confiere un aspecto, digamos, curioso. El modo de llamada para tu parada es también curioso en los modelos más antiguos: una cuerda recorre todo el autobús y tiras de ella, pero no hace sonido (debió estropearse allá por el 71) sino que tienes que golpear con ella el techo, y si tienes suerte y te das prisa, podrás bajar, puesto que el conductor espera unos cinco segundos para que reacciones y bajes a toda leche. Ver a una monja golpeando como si no hubiera un mañana la cuerda fue todo un espectáculo.


Todos los autobuses acaban en la capital, en una bonita estación de autobuses que consiste en una enorme plaza donde todos se arremolinan creando un caos espantoso de ruido y humo, donde puedes ser atropellado por uno de estos autobuses históricos, si estás un poco empanado por el calor y el sofoco. Pero el autobús es lo mejor que puedes coger, porque el mundo del taxi es el mundo de la mafia. Vayas donde vayas, siempre te dirán que te cobrarán 20 euros. No hay taxímetro y, a cierta hora, o tomas un taxi y te estafan, o te pones a andar unos kilometritos.

Por eso, es mejor alquilarte un cochecito y viajar arriba y abajo por la isla. Claro, si no cuentas con varios inconvenientes: conducen por la izquierda, conducen como auténticos suicidas, en las rotondas es lo más seguro que te pierdas y las indicaciones no hay un dios que las entienda, con lo cual pierdes un bonito tiempo dando vueltas y vueltas. Eso sí, si te sales de la carretera y te metes en una ciudad, estás perdido. Son como el Laberinto del Minotauro pero sin minotauro, y sí con muchas callejuelas donde, si no tienes cuidado, podrás atropellar a un aborigen de la isla.

Pero una vez superados estos inconvenientes, uno empieza a disfrutar de Malta en condiciones: hay varias playas superchulas, se come muy bien y muy barato, la capital es una preciosidad, llena de edificios chulísimos y que, cuando cae la noche, se convierte en una ciudad fantasma donde pasear creyéndote que estás tres siglos atrás. Y encima está la fábrica de Playmobil de toda Europa donde, si pides cita previa, te enseñan la fábrica y puedes fabricar tu propio Playmobil customizado y personalizado. Yo no pude pedir cita, pero vi todo lo demás y me pude comprar un playmobil Papá Noel, para cuando llegue la navidad y hacer un belén bizarro en casa.

Vamos, que con lo barato que está viajar a Malta con esa gran compañía que es Ryan Air (la aerolinea de los pobres), no sé qué estáis esperando para visitarla. Se me olvidaba, es el sitio favorito de todos los estudiantes universitarios de Europa, con lo que hay un juergón tremendo por las noches, pero como yo soy viejuno, me alojé en una parte bastante más tranquila, porque ya bastante aguanto de ruido en el cole como para que me den la paliza jovenzuelos demasiado contentos.

Y me despido hasta próximas entregas de "Viaje con Juanan". Auf Wiedesehen!!




1 comentario:

  1. Juan Antonio, me has convencido, les comentare' a mis padres que lo lean por si a ellos tambien les convence. Y lo de la forma fsica y de vestir de la gente no pasa nada, ya estamos acostubrados a nuestro querido barrio.

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